Metodologías Ágiles

Ser ágil es sinónimo de responder a cambios inesperados de una manera adecuada, ante un negocio cambiante, es decir, ser flexibles y poder adaptarse adecuadamente al cambio.

La esencia de las metodologías ágiles surge de la necesidad de la mejora continua y de la involucración del cliente durante el proceso del desarrollo de una solución, para validar, rectificar o eliminar si es necesario, las iteracciones entregadas a lo largo del tiempo.

La disrupción digital ha incrementado exponencialmente la incertidumbre antes los cambios constantes. El principio de las metodologías ágiles es facilitar esta evolución, promoviendo la participación del cliente en los desarrollos, y permitiendo cambios que permitan adaptarnos con rapidez.

Es importante recalcar, que el uso de estas metodologías no se limitan a proyectos tecnológicos únicamente, sino que se pueden utilizar en cualquier ámbito o sector donde se produzcan cambios con frecuencia, reduciendo así la incertidumbre que estos cambios continuos pudieran ocasionar.

Los valores destacados de esta metodología son los siguientes:

  • Valoramos más a los individuos y su interacción que a los procesos y las herramientas: Este es el valor más importante del manifiesto. Por supuesto que los procesos ayudan al trabajo. Son una guía de operación. Las herramientas mejoran la eficiencia, pero hay tareas que requieren talento y necesitan personas que lo aporten y trabajen con una actitud adecuada. La producción basada en procesos persigue que la calidad del resultado sea consecuencia del know-how “explicitado” en los procesos, más que en el conocimiento aportado por las personas que los ejecutan.Sin embargo en desarrollo ágil los procesos son una ayuda. Un soporte para guiar el trabajo. La defensa a ultranza de los procesos lleva a afirmar que con ellos se pueden conseguir resultados extraordinarios con personas mediocres, y lo cierto es que este principio no es cierto cuando se necesita creatividad e innovación.
  • Valoramos más el software que funciona que la documentación exhaustiva. Poder anticipar cómo será el funcionamiento del producto final, observando prototipos previos, o partes ya elaboradas ofrece un «feedback» estimulante y enriquecedor, que genera ideas imposibles de concebir en un primer momento, y difícilmente se podrían incluir al redactar un documento de requisitos detallado en el comienzo del proyecto. El manifiesto ágil no da por inútil la documentación, sólo la de la documentación innecesaria. Los documentos son soporte de hechos, permiten la transferencia del conocimiento, registran información histórica, y en muchas cuestiones legales o normativas son obligatorios, pero su relevancia debe ser mucho menor que el producto final. La comunicación a través de documentos no ofrece la riqueza y generación de valor que logra la comunicación directa entre las personas, y a través de la interacción con prototipos del producto. Por eso, siempre que sea posible debe preferirse reducir al mínimo indispensable el uso de documentación, que requiere trabajo sin aportar un valor directo al producto. Si la organización y los equipos se comunican a través de documentos, además de ocultar la riqueza de la interacción con el producto, forman barreras de burocracia entre departamentos o entre personas.
  • Valoramos más la colaboración con el cliente que la negociación contractual. Las prácticas ágiles están indicadas para productos cuyo detalle resulta difícil prever al principio del proyecto; y si se detallara al comenzar, el resultado final tendría menos valor que si se mejoran y precisan con retroinformación continua durante el. También son apropiadas cuando se prevén requisitos inestables por la velocidad de cambio en el entorno de negocio del cliente. El objetivo de un proyecto ágil no es controlar la ejecución conforme a procesos y cumplimiento de planes, sino proporcionar el mayor valor posible al producto. Resulta por tanto más adecuada una relación de implicación y colaboración continua con el cliente, más que una contractual de delimitación de responsabilidades.
  • Valoramos más la respuesta al cambio que el seguimiento de un plan. Para desarrollar productos de requisitos inestables, que tienen como factor inherente el cambio y la evolución rápida y continua, resulta mucho más valiosa la capacidad de respuesta que la de seguimiento y aseguramiento de planes. Los principales valores de la gestión ágil son la anticipación y la adaptación, diferentes a los de la gestión de proyectos ortodoxa: planificación y control que evite desviaciones del plan.

¿Cuáles son los principios de las metodologías ágiles?

Los doce principios de las metodologías ágiles son los siguientes:

  1. Satisfacción del cliente. Es la base de todo. Se alcanza a través de la entrega de productos de valor que cubran una necesidad.
  2. Bienvenidos los nuevos requisitos. Cambiar sobre la marcha no es dar un paso atrás. Cualquier sugerencia o solución es bienvenida si se trata de mejorar el producto.
  3. Entregas por semanas. La división del trabajo en fases productivas es la base de la metodología. En lo posible, ejecutar una cada semana.
  4. Es posible medir el progreso. La evolución de los procesos no es un elemento subjetivo. Se puede medir con indicadores concretos.
  5. Desarrollo sostenible. La forma de ejecutar los proyectos debe garantizar en sí misma su continuidad. No es una cuestión de hacer por hacer.
  6. Trabajo cercano. Los líderes de los proyectos deben ejercer su labor en el mismo terreno donde tienen lugar las tareas y no desde los despachos.
  7. Conversación cara a cara. El gestor responsable debe comunicar de forma eficaz sus mensajes, mejor si se hace de forma presencial. Se recomiendan reuniones periódicas tanto con el cliente como con sus colaboradores.
  8. Motivación y confianza. Los procesos sólo tendrán éxito si quienes los llevan a cabo son personas motivadas y que interactúan en climas de confianza y solidaridad.
  9. Excelencia técnica y buen diseño. Las formas nunca deben perderse, así como tampoco la calidad del trabajo. Todo es un conjunto.
  10. Simplicidad. Las tareas han de ser lo más sencillas posible. Si alguna no puede ser ejecutada en esos términos, debe ser dividida en iteraciones hasta que se reduzca su nivel de complejidad.
  11. Autogestión de los equipos. Si bien debe existir una figura que monitorice los equipos de trabajo, éstos deben ser capaces de organizarse por sí mismos. El exceso de jerarquías crea dependencia entre los colaboradores.
  12. Adaptación circunstancias cambiantes. Los proyectos no suelen terminar de la misma forma en que empezaron. Es indispensable que quienes los ejecutan puedan adaptarse a las distintas circunstacias que puedan surgir.

Fuentes:

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